Información 02 nº48
La memoria de nuestros mayores


En esta semana en la que celebramos la MEMORIA con mayúsculas, homenajear también tantas otras memorias que no olvidaremos nunca. Las de las personas que nos han hecho ser, que nos han construido, que armaron y tejieron las redes y entramados que nos han dado vida.
Por las tantas veces que nos lavaron los pies, y el cuerpo y el corazón. Por sus cuidado físicos y espirituales. Por la de cruces que sabemos que portaron – y las que llevarían en silencio- y porque les sabemos resucitados y presentes en esa vida que no se acaba…
Personas que nos precedieron, gratitud infinita por sus legados, a las que recordamos con nombres, a las que sabemos que influyeron, modificaron trayectorias y tendencias de vida y a las que intuimos en nuestras historias, en la Historia.
Cuando nos hemos acompañado en la despedida a seres queridos, a familiares y cercanos, a muchas de vuestras madres y padres, hoy Juanjo, a tu hermana Isabel, experimentamos el hilo profundo que nos une con esa promesa de vida, con la necesidad de Resurrección, de Vida en el Amor definitivo.
Nos vamos haciendo mayores y nos van asaltando las despedidas. El último amigo de la cuadrilla de mi padre, la madre – mujer presente en la vida de la familia y amistades- que lo llenaba todo, abuelas y abuelos expertas en ternura, parejas demasiado jóvenes para irse que dejan viudas y viudos, hermanas y hermanos, algunas personas de nuestra Fraternidad y de nuestros entornos escolapios, religiosos escolapios que embellecieron la cara de nuestra vocación, que ensancharon sus límites, que nos enseñaron a ser….
Listas interminables de nombres. Los que se fueron en pandemia, los que sufrieron enfermedad, las repentinas que tanto dolieron… los que envejecieron en paz, los que ya la habían perdido, junto a sus capacidades cognitivas… Nombres que se unen a la lista interminable de las niñas y niños, siempre tragedias incomprensibles, y otras muchas personas borradas por guerras e injusticias, por un mundo oscuro, y que nos remiten a aquel misterio de la comunión de los santos, de la Iglesia, la Humanidad que transciende la historia…
Me invito a recordar, verbalizar y agradecer sus nombres. Te invito. En oración con ellas y ellos.
Y agradecer otras memorias. No sólo de los fallecidos. De las personas que aún presentes físicamente, su deterioro les va distanciando de nuestra realidad.
Hace unos días, en el último funeral, el de Manuel R. Espejo, las evocábamos. Repetíamos aquello de que nosotros sí que sabemos quiénes son, su trayectoria, lo que les debemos, aunque a ellas se les vaya borrando, o nos perciban desde un mundo difuso …
Sentadas en las salas de residencias, en los pasillos de nuestras casas y comunidades, esperando… Ojalá sus recuerdos sean tranquilizadores y sus imágenes agradables. Ojalá los cuidados físicos – nunca agradeceremos lo suficiente a nuestras auxiliares, a las residencias, al mundo sanitario – les dieran la paz y el bienestar que se merecen.
¿Soñarán con sus mejores momentos?; ¿recuerda todo lo que ayudó en las comunidades de Japón, su paso por tantas misiones, por Puerto Rico y Movera, de aquellos años en Venezuela o de cómo acompañó los primeros pasos en el Peñaskal?, ¿lo que contribuyó a la actual África escolapia, lo que Aragón le debe, lo que hizo vivir a tantas niñas y niños andaluces, lo que en sus cien años sembró en Vasconia, o todo lo que ahorró para nosotros? A nosotros nos toca recordarlo. Y sus renuncias y luchas, y sus vidas valiosas a pesar de mil condicionamientos …
A todas y todos, a las personas que llegaron en plenitud de facultades, a los que mantienen su buen humor, a las que sus fallos de carácter ya hacen que no podamos recordarlo con buen tono…
Y cómo no, a nuestras y nuestros mayores. A los que podemos acompañar en sus cumpleaños y os vemos envejecer. Más o menos vitales o efusivos, coherentes según sus capacidades, según las heridas de la vida, que vivir deja huellas; embarazos y partos, enfermedades y disgustos, fracasos y alegrías, van cobrándose su precio en lo físico y en lo emocional… aunque os sabemos tesoros de vidas y testimonios de mil luchas.
Hace unos días celebrábamos en Pamplona- Iruña, en un acto entrañable, la memoria agradecida, el 25 aniversario de la muerte del P. Joaquín Erviti. Nos resonaban muchos otros nombres de las primeras maestras que le acompañaron, de las mujeres pioneras en la docencia escolapia… En septiembre en Zaragoza el reconocimiento de la Iglesia al P. Pedro Díez. Los testimonios de los que le conocieron, de los que vivisteis con él. Y nos alegramos con ellos y su legado. Nosotros sabemos que son muchos más los nombres de mujeres y hombres, laicos y laicas y religiosos y religiosas, escritos en el mejor libro, el de los que habitan “al amparo del Altísimo”, todos los santos de noviembre y de las historias locales y particulares, familiares.
En todas nuestras presencias queremos honrar las memorias de los que fueron, o de los que injustamente la historia los borró o los hicimos olvidar. Nos sumamos a los reconocimientos de tantas personas que nunca lo tuvieron, porque les tocó la peor cara de la historia, de la política del momento. Hace unos meses en Bilbao nos sumamos al recuerdo de los que sufrieron prisión en un edificio destinado a un uso mucho más noble, el nuestro. Y sabemos que tendremos otros reconocimientos, en este y otros asuntos pendientes.
Podemos elaborar nuestras listas particulares de nombres. Recordar y avivar los cuidados de los que aún podemos ocuparnos, inventarnos ratos juntos y nuevos compromisos que respondan a tantas soledades no deseadas, plantearnos cómo hacerles más presentes en nuestra vida… y potenciar los esfuerzos por proyectos intergeneracionales ya en marcha; bancos de memoria y tiempo, de experiencias y testimonios, de recogida de voces y vivencias, en voluntariados y “aprendizajes y servicios” de varias de nuestras presencias. Releyendo nuestro Proyecto Provincial de Presencia “incorporando dinámicas de encuentro y diálogo intergeneracional” (nº 18) “concretándolos en las comunidades y residencias de personas mayores y enfermas” (nº 50).



Este texto quiere ser un homenaje para todas ellas y ellos. Para vosotros. Por eso nos atrevemos a escribir vuestros nombres. Para que los leamos en las comunidades, en una oración callada o en una celebración pública. Los nombres de los religiosos escolapios, sabiendo que nos queda la tarea de añadir a las personas que desde nuestra Fraternidad o nuestras familias también nos regalan su vigor y experiencia. Recuerdo especial a las mayores de nuestra Fraternidad, a las que desde los grupos de padres y madres – amamas y aitites- confiáis y marcáis la ruta.
Los que ya habéis llegado y pasáis de los 90, llenos de la sabiduría de la experiencia, de las tareas bien cumplidas, de servicio fiel; Ángel González, Luis Jorcano, Jacinto Barrio, Zacarías Martínez, Valentín Azpilicueta, José Díaz, Máximo Leoz, Alfonso López Ripa, Heliodoro Latasa, Jesús Lacarra, Javier Goicoechea y Domingo Herranz.
A los de 80, tan presentes y activos en muchos casos, con una amplia vida de servicios y entrega, de ternura y pasión escolapia; Panta Sorrigueta, Gregorio Landa, Carmelo Marañón, Daniel González, José Antonio Gimeno, Mario Latasa, José Alfaro, Jesús Lecea, Javier Barandalla, Antonio Aparisi, Dámaso Arias, Juan Pedro Azkona, Miguel Arratibel, Emiliano Ancín, Jaime Zugasti, Jesús Cegama, Jesús Ruiz, Miguel Ángel Asiain, Victor Merino, José Mari Zúñiga, Ladis Leoz, Maxi Pérez, Sidonio Mañero, Eugenio Baigorri, Antonio Alconchel, Félix Jiménez, Luis Domeño, Jesús Marqués, Mariano Gil, José Antonio Gambao, José Marco y Joaquín Ariño.
Sabiendo que el mejor homenaje es haceros presentes cada día. En nuestra oración y conversaciones, y mucho mejor en nuestras visitas y momentos vitales. Para que el reconocimiento y la memoria sean también en vida. Que el recuerdo se convierta en acción, en presente, en creatividad.
Y por si no lo verbalizamos suficiente, por si lo dejamos para el último día, GRACIAS. A las personas que nos pueden leer o escuchar, a las que podemos visitar y alegrar. A las que tenemos la suerte de teneros en nuestra vida. Somos porque fuisteis, porque fueron, izan zinetelako gara…, agur eta ohore.
Jesús Elizari Díez
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